Jesús:
hoy te pido que me ayudes.
Vivo en un mundo dominado y obsesionado
por las cosas materiales y por las sensaciones del momento.
Tengo el peligro de fijarme más en el exterior
que en la riqueza que hay dentro de mí
y, así, acostumbrarme a vivir superficialmente.
Tú me propones una vida como la del Padre del cielo,
una vida dominada por el amor y por el espíritu.
No me resulta nada fácil descubrir su riqueza.
Debo ser capaz de dedicar momentos
de silencio y de interiorización
para vivir la experiencia de tu amor
y para compartir la vida con mis hermanos.
Te agradezco las vivencias positivas
que he tenido la suerte de vivir hasta ahora.
Te pido que sepas apreciarlo
como un tesoro inestimable
y que cada día sea más consciente
del tesoro escondido en lo que soy y lo que tengo.